lunes, 19 de septiembre de 2011

El libro de texto no tiene por qué morir



El debate sobre los libros de texto, otro de los grandes clásicos. El campo educativo ha sido abonado en las últimas décadas con una mezcla de sustancias nutrientes (desarrollos legislativos de ingeniería legal, bases curriculares de ingeniería minera, etc. etc.) que han permitido a las editoriales sembrar sus productos autóctonos de una forma vigorosa y casi inmutable.
Los centros educativos han generado una dependencia casi total del libro de texto, sin darnos cuenta que eso no es compatible con buena parte del modelo metodológico que imponen las instituciones internacionales, que demanda nuestra sociedad productiva o que se aplica en los países con éxito educativo. Límites increíblesadquiere esta cuestión, amigos.
Pero tampoco es razonable el discurso de que el material didáctico cerrado, analógico o digital, sea desterrado de las aulas completamente, probablemente porque los docentes no estamos preparados para ese reto nada fácil. ¿Alternativas intermedias? Pues claro que puede haberlas, sólo falta un poco de imaginación, ganas y estar convencido que todo reside en montar actividad educativa y no discurso estático:


El IES Ítaca de Tomares (Sevilla) emplea el cheque libro, pero lo hace para montar bibliotecas de aula, donde convive la literatura juvenil, con libros científicos adaptados, series de comics y libros de texto variados; el libro de texto, como material cerrado, tiene la consideración de material de consulta puntual y como tal, no tiene por qué ser único. Así, compran, por ejemplo, 8 ejemplares de matemáticas de una editorial y otros 8 de otra, lo que les permite acudir a fuentes diversas, para trabajar en muchos casos en grupo. Ese material permanece en el aula fundamentalmente y se usa para el desarrollo de actividades de diversa índole (los portátiles también son protagonistas en el día a día).
Probablemente, el futuro del libro de texto, incluida su faceta comercial analógica o digital, deba fijarse en este tipo de usos y adaptar sus productos, más que a cosas diferentes a las que saben hacer, a usos alternativos permitidos, estructurados de forma diferente y comercializados de otra manera. Los primeros que se apunten a ayudar a usar sus productos de otra manera, proponiendo actividades educativas sólidas apoyadas en recursos variados cogeran una interesante ventaja en el mercado.

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